Mi infancia, mis padres. Huelva, siempre Rafael GÓMEZ PÉREZ

Desde que se tiene más o menos consciencia de lo que ocurre a tu alrededor -en mi caso, aunque con dilatadas marismas de olvido, desde los seis años-, hasta que me en 1953 me fui de Huelva a los dieciocho, lo más importante de mi vida, como la de tantas personas, fue estar con mis padres y mis hermanos. Conforme pasa el tiempo y se vive más, los años de infancia y adolescencia se llenan de pliegues de nostalgia. En la vejez esos tiempos siguen presentes con un aura que surge de fondos insospechados y aflora a veces en los sueños. Ahora, para mí, Huelva está más lejana que nunca. Es menos rosa de como la veía Juan Ramón Jiménez desde su Moguer, porque el aire es menos fino y translúcido. No hay ya apenas casas encaladas que en el juego de sol y de sombra daban a la mirada ese suave toque de color. Mis padres fueron personas normales y, por el tiempo que les tocó vivir, también heroicas. Me decido a escribir este libro como un homenaje de amor a su memoria. En la parte de mi madre incluyo un documento concreto, sencillo en su tiempo pero ya con valor histórico: un cuaderno escrito por mi abuelo materno -conservo el original- desde el último cuarto del siglo XIX hasta 1922, cuando murió. Es el diario de un trabajador, que arroja luz sobre algún aspecto de la situación obrera de la época, en Huelva y en Madrid. Además, el «casi» diario de mi madre, en dos años de su vida, el 72º y el 73º. Reproduzco también el libro Huelva, lejana y rosa, desde hace tiempo agotado.